Una escapada al interior de España para descansar.

Llega diciembre. El puente de la constitución y las fiestas navideñas. El último periodo festivo hasta la próxima primavera, con la Semana Santa. El cuerpo pide descansar, reponer fuerzas. Meditar cómo ha transcurrido el año y plantearse con energías renovadas el año siguiente. Nada mejor que recargar las pilas en un rincón perdido del interior de España.

A la gente nos gusta viajar. Conocer lugares nuevos y personas diferentes. Cuando tenemos oportunidad programamos un viaje a un lugar exótico. Egipto, Grecia, Tailandia. Sin embargo, nuestro país tiene rincones que aún no conocemos. Lugares que nos pueden sorprender por el atractivo de su entorno natural o por la composición de sus pueblos, en los que parece que se ha detenido el tiempo.

Sitios que nos llenan interiormente y nos ofrecen una experiencia inolvidable, tanto como coger un avión y desplazarnos a la otra parte del planeta. El interior de España tiene mucho por enseñarnos. Como dicen en Casa Imperial Salamanca, un hotel spa rural ubicado en el pueblo salmantino de Cabrerizos, es un entorno para descubrir y descubrirse.

Conocer un país es conocer sus pueblos.

La población en España está concentrada en ciudades. Las más pobladas son Madrid y Barcelona, con 3,2 millones y 1,6 millones de habitantes respectivamente. Entre los 500.000 y el millón de habitantes hay un grupo de ciudades entre las que se encuentran Valencia, Sevilla, Zaragoza y Málaga. Muy cerca de ellas están Murcia, Palma de Mallorca y Bilbao.

En nuestro país existen 18.938 pueblos. Reflejo del origen rural de la población. La fundación de algunos de ellos se remonta a los albores del tiempo. Algunos fueron creados mediante asentamientos íberos antes de la llegada los romanos, otros fueron enclaves comerciales de fenicios y cartagineses. Muchos de ellos desempeñaron un papel importante en la historia del país en un momento determinado.

Los pueblos son el envase que conserva nuestra historia, nuestra cultura y nuestra forma de ser. Un reflejo del carácter plural y diverso de España. La visita a los pueblos invita a disfrutar de la vida y de los detalles. Choca con el ritmo trepidante que predomina en la ciudad y nos impone un freno necesario.

En la revista National Geographic nos recomiendan visitar algunos de estos pueblos, secretos bien guardados, que son como maravillas en miniatura, reconocidas algunas de ellas por la UNESCO.

Chinchón (Madrid) es un pueblo castellano en la sierra madrileña que tiene una de las plazas de toros más antiguas del país. Su Plaza Mayor, de planta casi circular, con el centro cubierto de arena, se cerraba para celebrar en ella los festejos taurinos. Los vecinos y visitantes observaban el espectáculo en los 234 balcones porticados de madera que daban a la plaza. En esa plaza también se celebraban ferias de ganado y hasta funcionó como corral de comedias.

Medinaceli (Soria) conserva vestigios de todas las civilizaciones que ocuparon el lugar. Por su enclave estratégico, en una loma junto al río Jalón, fue objeto de deseo para los pueblos conquistadores. Los celtíberos se asentaron en el valle. Los romanos conquistaron el pueblo y construyeron una ciudad. La plaza mayor era el antiguo foro romano y a la llegada al municipio levantaron una puerta de 3 arcos, al estilo de los arcos del triunfo. Los árabes conquistaron el pueblo, lo amurallaron y levantaron un alcázar. Le dieron su nombre actual Medina Slim, ciudad segura. Con la reconquista se levantaron monasterios e iglesias por toda la localidad.

Mogarraz (Salamanca). A finales de los años 60, el alcalde del pueblo creó un archivo fotográfico con las fotos de todos los vecinos que no habían emigrado a la ciudad. El objetivo era crear un censo real del municipio y formalizar la identificación de sus habitantes. Décadas más tarde, el artista local Florencio Maíllo, recuperó el archivo del alcalde y reprodujo las fotografías a gran tamaño, colocándolas en la fachada de las casas en las que vivían sus antiguos propietarios. Hoy pasear por entre las casas de piedra de Mogarraz es como caminar por el pueblo de las mil caras.

Este solo es una pequeña muestra de las sorpresas que podemos llevarnos visitando nuestros pueblos.

Qué hacer en el campo.

Retirarnos unos días al campo es un auténtico reset para nuestro cuerpo y nuestra mente. En la revista «Mejor con salud» enumeran algunas de las ventajas que tienen estas escapadas sobre nuestro organismo.

En primer lugar, está el hecho de que respiramos aire puro. No existe contaminación. Llenamos nuestros pulmones con el elemento que necesitamos para oxigenar nuestro cuerpo. Esto ayuda a que las células se regeneren. Percibimos con ello notables mejoras en nuestro estado de salud.

Otra de las ventajas es la tranquilidad. Sometidos a la presión y el estrés de la vida en la ciudad, en la que tenemos que cumplir tareas y alcanzar objetivos en el trabajo, y atender varios frentes a contrarreloj, tomarnos la vida con cierta relajación nos ayuda a recuperarnos. El cuerpo y la mente se cansan y piden aminorar el ritmo.

Los expertos declaran que la vida en el campo es buena para la salud mental. Con ella se combate la ansiedad. El sosiego de la vida rural invita a la reflexión y a la meditación. A replantearnos como estamos afrontando los retos de nuestra vida. Al haber menos prisas disfrutamos mejor el tiempo que nos dedicamos a nosotros mismos y a relacionarnos con el entorno.

En el campo, las personas se benefician de noches plácidas y de un sueño reparador. Al no entrar luz por las ventanas, ni ruidos que nos distraigan, es más fácil conciliar el sueño y descansar más y mejor.

Otras de las ventajas que nos proporciona el campo es la posibilidad de disfrutar de una alimentación más sana y saludable, con productos de proximidad y degustando platos de cocción lenta. Otra de las opciones es la de practicar deporte al aire libre, como no lo podemos hacer en la ciudad.

Actividades que se pueden realizar en el campo:

  • Paseos por la naturaleza. Podemos caminar tranquilamente en un bosque, junto a los arroyos o subiendo cerros. Si además tenemos mascotas, como perros, y hacemos el paseo con ellos, lo disfrutarán inmensamente.
  • Deportes a cielo abierto. En el campo podemos practicar senderismo, pesca, ciclismo de montaña o introducirnos en la equitación.
  • Mirar las estrellas. Podemos observar el cielo por la noche en todo su esplendor. En la ciudad, debido a la contaminación lumínica, a penas podemos divisar la luna y algunos puntos luminosos.
  • Hacer un pic-nic. En algunas áreas rurales hay zonas habilitadas para barbacoas. Con toda la precaución del mundo, podemos encender un fuego y asar unas patatas, unos chorizos a la parrilla o unas chuletillas de cordero. Un plan interesante para disfrutarlo con la familia o los amigos. Esta actividad requiere una gran responsabilidad. El espacio natural debe quedar igual de limpio que cuando lo encontramos.
  • Recoger productos silvestres. Si conocemos un poco el tema, podemos pasar una agradable jornada buscando setas, caracoles o espárragos silvestres y cocinarlos por la noche, disfrutándolo con nuestros amigos.
  • Interactuar con la gente del lugar. Nos sorprenderá ver como de amables y abiertos son la gente de campo, siempre dispuestos a mantener una conversación con el forastero. También, estas escapadas son una oportunidad para interesarse por la artesanía local, y por qué no, aprender a hacer queso o conocer una receta local.

Los tiempos están cambiando.

La mejora de la red de comunicaciones y la habilidad que hemos adquirido en cómo gestionar nuestro tiempo, nos permite realizar diferentes actividades sin antagonizar unas con otras.

Hace unas décadas, cuando una persona tenía unos días libres, aprovechaba para ir a ver a la familia. Se iba a su pueblo y pasaba una temporada con sus padres. En la actualidad o vivimos cerca de los nuestros o en unas horas de coche nos movemos para verlos.

Esto hace que nos dediquemos tiempo a nosotros mismos, sin desatender a los demás. Podemos buscarnos un tiempo para visitar a nuestros familiares y amigos, otro para cultivar nuestras aficiones, e incluso, otro para quedarnos en casa y descansar.

Esto se ve en las vacaciones navideñas. En una o dos semanas que podemos tener de descanso, o en los días libres de estas fiestas, si no hemos cogido vacaciones, podemos hacer una escapada turística para desconectar de la rutina, y al mismo tiempo, atender a nuestros compromisos familiares.

Hemos aprendido a dedicarnos tiempo a nosotros mismos. Alguien lo puede ver como una actitud egoísta, pero en realidad es una forma de cuidarnos para hacer frente a la vida diaria. Si nosotros no estamos bien, difícilmente podemos dar lo mejor de nosotros a los demás.

En lugar de planificar viajes lejanos, o quedarnos en casa por lo caro que nos salen, podemos coger el tren o el coche y hacer una escapada por el interior del país. Conoceremos lugares nuevos que nos sorprendan, aprenderemos un poco más sobre nuestra cultura y sobre nosotros mismos y lograremos descansar, que es de lo que se trata cuando cogemos unas vacaciones o tenemos un tiempo de descanso.

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