La taxidermia, el arte de disecar animales muertos, es un oficio artesanal que en otros tiempos contó con un cierto reconocimiento. Hoy, en España, apenas quedan poco más de 70 taxidermistas profesionales. Una actividad que la han colocado o se ha colocado en el campo de lo políticamente incorrecto.
En los años 80 aún se podían ver en muchas casas de La Mancha perdices disecadas expuestas sobre un mueble del salón. El animal podía haber sido la pieza de un cazador, que tras comerse la carne, quiso preservar la piel como recuerdo de su hazaña. En otros casos, ni tan siquiera había afición a la caza en la familia. El animal disecado era un objeto decorativo que hacía un guiño a la naturaleza. Hoy, adornos de este tipo, para algunos, es una manifestación de crueldad.
Tamara Sala Ablaimeko, probablemente la taxidermista más joven de España, es una estudiante de Bellas Artes de la Universidad de Barcelona. Una chica de 22 años de Mollet del Vallés que se considera animalista y no le gusta la caza; sin embargo, ha encontrado en la taxidermia un canal para expresar su creatividad. Dice que sus obras crean polémica. Igual recibe críticas de furibundos detractores, como muestras de apoyo de sus admiradores. Ella solo diseca animales que han muerto por causa natural. De la taxidermia le atrae que es una actividad 100% artesanal, con una ejecución minuciosa, en la que tiene que poner atención a los detalles. Hoy combina la taxidermia con el collage, presentando composiciones que hacen referencia a la muerte y a la naturaleza.
Ramón, de la Roda (Albacete), ha encontrado en la taxidermia un hobby que le reporta horas de entretenimiento. Se dedica a recrear escenas campestres con pájaros disecados. Podría haberse dedicado a montar maquetas de barcos históricos, pero le ha dado por esta actividad. Ramón es autodidacta. Nos cuenta que en España hay una escasa formación sobre el tema. Existe una escuela de taxidermia en Cáceres y algún curso por video, de mala calidad. Para aprender la técnica ha tenido que recurrir a cursillos por internet editados en inglés. Igual que es difícil formarse, también lo es encontrar material para practicar su afición. Para comprar hilo de media caña, tira de alpaca y pegamento especial, con los que realiza sus trabajos, ha tenido que recurrir a Artespray, una tienda online de materiales para bellas artes y manualidades.
Disecar animales es un trabajo complejo y laborioso. En los que se realizan una gran cantidad de elaboraciones y pasos, todos ellos de manera artesanal. Conozcamos un poco más sobre este arte.
Tradición.
En el pueblo toledano de Ventas con Peña Aguilera, de 1139 habitantes, hay una empresa, Taxidermia Medina, que lleva más de 70 año disecando animales. Cada año realizan 3.000 taxidermias. No solo trabajan para clientes españoles, también reciben encargos de África, Rusia, Estados Unidos y Filipinas.
Se trata de una pequeña empresa familiar regentada por los hermanos Gregorio y Jesús Medina. La empresa la inauguró el padre, quien transformó su taller de carpintería en un taller para disecar animales.
En La Mancha hay mucha afición a la caza. Gregorio Medina (padre), aficionado a la taxidermia, completó su formación por medio de cursos por correspondencia en los años 50. En aquel momento vio como cazadores de la región solicitaban el servicio de maestros taxidermistas para disecar sus trofeos más preciados. Gregorio encontró ahí un nicho en el que desarrollarse profesionalmente y mantener con ello a su familia.
Gregorio formó en el oficio a sus hijos, quienes luego heredaron el negocio familiar. Hoy, Gregorio (hijo) nos dice que hay un problema de relevo generacional en el sector. A pesar de ello, sigue habiendo demanda. Una muestra de ello es que en todos estos años nunca han dejado de trabajar y ahora, con internet, reciben encargos de todo el mundo.
Gregorio (hijo) comenta a los reporteros de Europa Press que muchas de las tareas de la taxidermia se siguen realizando como antaño. Cuando reciben un encargo de un cazador, él o su hermano, se desplazan con su furgoneta a la finca de montería donde están los cazadores. Allí mismo, despellejan al animal y cuecen la piel para dejarla limpia de carne. Después se la llevan al taller para trabajarla.
Algo en lo que ha variado la taxidermia en las últimas décadas es que ahora para darle forma a la pieza utilizan moldes de poliuretano. Antes se hacía usando cañas, paja y hiervas. Los hermanos Medina tienen en el taller moldes de 180 animales distintos. Aunque esto aligera el trabajo y le da un mayor realismo al resultado final, hay que adaptar el molde a la constitución del animal y a la postura que debe adoptar la escultura.
Para realizar una taxidermia tienen que recurrir a industrias auxiliares. La piel del animal, previamente cocida y salada, se envía a un curtidor para asegurar que dure más tiempo. Los ojos del animal se encargan a fábricas especiales ubicadas en Alemania y Estados Unidos.
En cuanto a los encargos que reciben del extranjero, la piel de la pieza a disecar se envía por correo internacional, siguiendo un estricto control por parte de las autoridades aduaneras y de las normativas de los países de origen y destino. En nuestro país, del control de estas piezas se encarga la Guardia Civil.
La taxidermia en los museos.
El biólogo Santiago Aragón Albillos publicó en el 2014 el libro “En la piel de un animal” en el que habla del papel tan importante que desempeñó la taxidermia en la configuración del Museo de Ciencias Naturales de Madrid. Un instrumento que en su día fue útil tanto para la investigación como para la divulgación científica.
En el blog del Museo Nacional de Ciencias Naturales señala que la taxidermia es una técnica que aúna naturaleza, ciencia y arte.
En la actualidad disponemos de un extenso inventario de material audiovisual y documental para conocer la vida salvaje en cualquier parte del planeta. Un equipo de biólogos y naturalistas pueden desplazarse sin problema a cualquier parte del mundo para estudiar in situ la fauna autóctona. Sin embargo, a finales del siglo XVIII y principios del XIX, cuando está naciendo la biología moderna, esto no era posible.
Disecar animales de otros hábitats permitía a los científicos poder estudiar las especies, al mismo tiempo, que los museos, recreaban ecosistemas de otras áreas del mundo y los divulgaban entre la población.
A principios del siglo XX, un grupo de visitantes que acudieran al Museo de Ciencias Naturales podía hacerse una idea de cómo era la sabana africana o la selva amazónica sin necesidad de viajar a tan exóticos destinos. El museo recreaba escenas, como si de un decorado teatral se tratara, y les dotaba de realismo con la presencia de animales disecados.
A mediados del siglo XIX, universidades de todo el mundo tenían sus propias colecciones de taxidermia para estudiar los animales. Era tan importante esta disciplina, que en 1850, el zoólogo Mariano de la Paz Graells incluye la taxidermia en los planes de estudio universitarios.
El biólogo Santiago Aragón opina que las colecciones de taxidermia como las del Museo Nacional de Ciencias Naturales representan un legado histórico y cultural que es necesario conservar para comprender la evolución del conocimiento humano sobre la fauna y la naturaleza.
La taxidermia en la España vaciada.
A grandes rasgos, la taxidermia sigue vinculada al mundo de la caza. Los principales clientes de los taxidermistas son cazadores. La Fundación Artemisan calcula que cada cazador con licencia se gasta al año 175 € en los servicios de taxidermistas. Puede parecer una cantidad ridícula, pero no lo es tanto si partimos de que en España hay 750.000 licencias de caza.
La caza ha tenido un tradicional arraigo en la España rural debido a que era una de las principales actividades de ocio. Un deporte que ponía en contacto al hombre con la naturaleza. La mayoría de piezas cazadas, al menos en las regiones donde se conserva una mayor afición a la caza, los cazadores se las comían bien con la familia o con los amigos. Había incluso profesionales de la caza. Cazadores que hacían de esta práctica su modus vivendus y que vendían las piezas cobradas a bares, restaurantes y carnicerías. A día de hoy, la industria de la carne de caza sigue facturando en torno a 44,7 millones de euros anuales.
Frente a lo que se suele pensar, los cazadores son grandes defensores de la naturaleza, no son sujetos desalmados. Se guían por estrictos calendarios que alternan periodos de veda con otros de prohibición y no suelen atacar ni a las crías ni a especies protegidas. Los cazadores que rompen las normas, como pueden ser los cazadores furtivos, no cuentan con gran simpatía del resto de la comunidad.
Disecar un venado o un jabalí sale por una media de unos 3.000 €. La mayoría de la actividad cinegética se realiza en zonas rurales despobladas en la que se pone en marcha toda una infraestructura de albergues, alquiler de cotos, asistencia de guías, etc. Por lo que la taxidermia forma parte de una economía circular que dinamiza áreas menos favorecidas.